El tratamiento para la leucemia mieloide crónica (LMC) puede ocasionar una serie de efectos secundarios. La clave para una buena gestión de estos síntomas es una comunicación abierta y constante con tu equipo médico.
Principales efectos secundarios
Algunos de los efectos adversos más comunes que podrías experimentar incluyen:
- Problemas digestivos, como náuseas, vómitos y/o diarrea.
- Falta de energía.
- Retención de líquidos: Hinchazón en tobillos y alrededor de los ojos.
- Calambres musculares.
- Dolores de cabeza.
- Sarpullidos.
Además, los análisis de sangre pueden mostrar algunos cambios, como:
- Disminución de glóbulos blancos y plaquetas, lo que puede afectar tu sistema inmunológico.
- Aumento de las enzimas hepáticas, pancreáticas y glucosa sanguínea lo que refleja cómo el tratamiento está afectando tu hígado y páncreas.
- Elevación de los niveles de bilirrubina, una señal de cómo tu hígado está procesando sustancias en la sangre.
Aunque menos comunes, también pueden surgir complicaciones como acumulación de líquido en los pulmones (derrame pleural), presión alta en los pulmones y problemas cardíacos. En estos casos, es necesario un seguimiento intensivo y, a veces, ajustar el tratamiento.
La importancia de una buena evaluación y del monitoreo constante
Para evitar efectos secundarios más graves, el tratamiento se adapta a tu estado general y tus condiciones preexistentes. En pacientes mayores o con varias enfermedades, es fundamental informar a tu médico sobre cualquier otro medicamento o suplemento que estés tomando para evitar interacciones no deseadas.
Controles regulares para tu seguridad
Al iniciar el tratamiento, es recomendable hacer revisiones periódicas para vigilar la respuesta del cuerpo y detectar cualquier efecto secundario. Si tu tratamiento funciona bien y alcanza los objetivos, como una reducción significativa de la actividad de la enfermedad, es ideal realizar controles clínicos y de laboratorio cada tres meses.
Qué hacer con los efectos secundarios
Tu médico evaluará la solución adecuada para cada situación:
- Síntomas leves (grado 1-2): En el caso de síntomas más leves, como náuseas o cansancio, tu médico podría buscar aliviar estos efectos sin interrumpir el tratamiento, ya que es importante mantener la continuidad, especialmente durante el primer año.
- Síntomas más intensos (grado 3-4): En presencia de síntomas más fuertes, se da prioridad a tu bienestar. Esto puede implicar ajustes en la dosis, pausas temporales o, si es necesario, un cambio de tratamiento.
La importancia de hablar con tu equipo médico
Es crucial que informes a tu equipo médico sobre cualquier efecto secundario que experimentes, incluso si parecen menores. De esta forma, podrán ajustar tu tratamiento y ofrecerte soluciones para aliviar los síntomas, sin comprometer la eficacia del tratamiento.
Recuerda que una comunicación honesta y constante con tu equipo médico es la mejor forma de manejar los efectos secundarios y cuidar de tu bienestar a largo plazo.
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