La mielofibrosis es una patología hematológica, es decir, que afecta a la sangre. Su origen se encuentra en un trastorno de la médula ósea, que provoca la ‘cicatrización’ del tejido de la médula y la incapacita para producir las células sanguíneas que ayudan al organismo en diferentes funciones básicas del cuerpo: glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas.
Esta ‘cicatrización’ o fibrosis se produce por la presencia de tejido fibroso en la médula ósea a consecuencia de una alteración en el proceso de desarrollo de las células madre que se produce dentro de la misma. Como consecuencia, las personas con mielofibrosis pueden experimentar anemia (disminución de glóbulos rojos) o agrandamiento del bazo (conocido como esplenomegalia).
La mielofibrosis se considera una enfermedad rara, ya que afecta a menos de 5-7 casos por millón de habitantes y año, y su diagnóstico es más frecuente en personas mayores de 50 años, siendo la edad media del diagnóstico los 65 años.
Se encuentra dentro del grupo de enfermedades conocidas como neoplasias mieloproliferativas crónicas, junto a la policitemia vera y la trombocitemia esencial. Este grupo de enfermedades se caracteriza porque en todas ellas la médula ósea produce en exceso glóbulos blancos, glóbulos rojos o plaquetas.
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